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Agricultura sostenible: producir más con menos
Esteban Michel Ramírez, El Economista
Aug 12, 2016, 11:08

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Durante los últimos años, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por su sigla en inglés) ha reiterado que para alimentar a los 9,700 millones de habitantes a nivel mundial proyectados para el año 2050 (ONU, 2015), se requerirá incrementar la oferta de alimentos en un rango de 65 a 70%.

Esto se convierte en un reto importante debido a que la producción de alimentos consideraría casi la misma superficie agrícola actual, con tecnologías que no garantizan incrementos de rendimientos espectaculares, escasez de agua y los consabidos efectos del cambio climático que se prevé afecten seriamente la agricultura.

La intensificación sostenible de la producción agrícola, cuyo reto es producir más con menos, obliga el establecimiento de sistemas agrícolas bajo modelos de agricultura sostenible para conservar los dos elementos más importantes de cualquier agroecosistema: el suelo y el agua; además de reducir la contaminación por pesticidas químicos de síntesis, la fertilización nitrogenada y la emisión de gases de efecto invernadero (GEI).

No obstante lo anterior, practicar la siembra directa o Labranza de Conservación (L-C) permite sembrar de manera directa sobre los residuos de la cosecha anterior y con ello reducir el paso de la maquinaria agrícola que, a su vez, disminuye el consumo de combustibles fósiles, como el diésel, cuya combustión genera 2.69 kilogramos de bióxido de carbono (CO2) por cada litro consumido, lo cual lleva a ahorrar 70 litros de diésel por hectárea (ha) por ciclo agrícola y dejar de emitir 188 kg de CO2 a la atmósfera.

La recuperación de los suelos es una necesidad a nivel mundial, toda vez que durante décadas han sido desmineralizados, esquilmados y contaminados, lo que ha disminuido su biodiversidad y fertilidad, obligando a utilizar cada vez más fertilizantes granulados sintéticos para garantizar altos rendimientos, que muchas veces no se logran debido a la ineficiencia en el método de fertilización utilizado por el productor, encareciendo el costo de producción ($/ha), los costos unitarios ($/t) y reduciendo la utilidad para los agricultores.

Para cumplir los objetivos de las prácticas de agricultura sostenible, es importante desarrollar e implementar los componentes fundamentales que la integran: 1) Sistema de Labranza de Conservación; 2) Manejo Integrado de Plagas (MIP); 3) Nutrición Balanceada (NB), y 4) Uso racional del agua.

Con ello, los objetivos y metas de su implementación son: A) reducir en 30% la fertilización nitrogenada; B) disminuir en 30% la aplicación de pesticidas químicos sintéticos; C) ahorrar de 30 a 50% los volúmenes de agua aplicada a través del riego, y D) lograr una mayor competitividad al disminuir los costos unitarios ($/t), donde la meta para el caso del maíz es producir una tonelada de grano con menos de 100 dólares por tonelada.

Durante la década que abarca el ciclo primavera-verano (PV) 2006 al ciclo otoño- invierno (OI) 2015/2016 en el campo agrícola del CDT Villadiego de FIRA, se ha implementado y desarrollado el modelo de agricultura sostenible en donde los indicadores recogidos en ese periodo muestran resultados alentadores desde los puntos de vista técnico, financiero y agroecológico.



La huella ecológica, medida en términos de unidades de nitrógeno por tonelada producida, en litros de diésel y en gases de efecto invernadero (GEI) por hectárea, fue sobresaliente. Con relación a la huella hídrica para el caso de la cebada producida durante el periodo referido, se registraron en promedio 540 m3 de agua/t, contra más de 1,150 m3/t que utiliza un productor convencional, cuyo ahorro de más de 50% fue estimado y proyectado cuando se implementó el modelo de agricultura sostenible.

Los resultados han sido recurrentes y consistentes en el lapso indicado, lo que permite recomendar ampliamente la instalación de un sistema de riego por goteo subsuperficial para la producción de granos, ya que además del ahorro mencionado, le confiere un serie de ventajas a los cultivos al reducir el estrés hídrico y mejorar la eficiencia de la fertilización nitrogenada, al fraccionar al máximo su aplicación a través de la fertirrigación.

Con respecto a la competitividad medida en costos unitarios ($/t), durante el ciclo PV 2015 se registró un costo unitario de $1,644/t producida de maíz, lo que representa menos de 100 dólares (USD)/ tonelada producida. El costo por hectárea fue de 26,136 pesos, con un rendimiento promedio de 15.9 t/ha.

La semilla y los fertilizantes representan 57% del costo total por hectárea, es por ello que se debe poner mucha atención en una siembra de precisión y en la protección durante las primeras etapas del cultivo para garantizar la densidad de población que nos permita obtener altos rendimientos. La fertilización debe ser eficiente a efecto de no tener pérdidas; esto se logra con mayor fraccionamiento en su aplicación; en el ciclo del maíz se aplicaron 12 fertirriegos durante los primero 80 días.

Producir más con menos sigue siendo el reto; para ello, debemos hacer un uso racional y consciente del agua, de los fertilizantes, principalmente los nitrogenados, de los pesticidas químicos de síntesis y en general de todos los agroinsumos que participan en el ciclo productivo de los cultivos.

En el CDT Villadiego de los Fideicomisos Instituidos con Relación a la Agricultura (FIRA), sus registros e indicadores relacionados con la práctica del modelo de agricultura sostenible corroboran que sí es posible producir más con menos, convirtiéndose así en una ventana de oportunidad para los retos venideros.


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