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Escenarios Globales y Siembra Directa (Primera Parte)

Oct 31, 2006, 10:00

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 Nos permitimos transcribir a continuación el material elaborado por Roberto Peiretti, en el cual se trata de describir, analizar y reflexionar sobre cuestiones que tienen que ver con el diario accionar como  productores agropecuarios y piezas centrales del aparato agro-productivo de un mundo que funciona más globalmente que nunca antes en su historia.

 

Las señales del Mundo Global.  Desafíos y Oportunidades

 

Uno de los aspectos claves para poder ser exitosos en el manejo de nuestros campos dentro del escenario global consiste en aprender a reconocer, caracterizar, entender y a actuar apropiadamente frente a las señales por él enviadas.  Dichas señales pueden alternativamente –o aún simultáneamente- representar o ser vistas como desafíos y/o como oportunidades. 

 

La diferenciación entre los desafíos y las oportunidades en general no responde a un molde categorizador rígido, sino más bien a una combinación entre la naturaleza de la señal y la actitud personal con que se enfrente a las mismas.  Acorde a lo anterior y en un alto grado de casos, los desafíos pueden llegar a transformarse en oportunidades y viceversa.  A modo de parangón, y en un sentido figurado, podemos analizar las reacciones diferenciales que hipotéticamente podrían asumir diferentes radioescuchas frente a un mismo comentario emitido por un periodista que hablando de cuestiones económicas hiciera referencia al rápido crecimiento y espacio ocupado en el comercio global por un determinado país. 

 

En gran medida la actitud y condiciones diferenciales de los radioescuchas gobernará la reacción frente a la noticia.  Las mismas podrán variar desde la indiferencia a un alto grado de atención y desde una pobre a una adecuada comprensión de los desafíos y oportunidades contenidas en la misma.  Los que no prestaron atención y no interpretaron el mensaje, ni siquiera habrán de percibir el contenido o la señal implícita en el mismo por lo que se mantendrán indiferentes.  Dentro del grupo de escuchas que prestaron debida atención al mensaje también encontraremos reacciones diferenciales. 

 

Mientras para algunos el mensaje causará temor y aparecerá como amenazador –debido a que el crecimiento de otros será visto solo como una competencia y amenaza real o potencial para sus actividades-, para otros, el mismo mensaje no causará temor sino más bien respeto y consideración del mismo.  Este segundo grupo de los que escucharon el mensaje, generalmente reaccionará rápidamente induciéndose a aceptar el desafío y por tanto emprenderá acciones tendientes a contrarrestar las amenazas y aún a tratar de transformarlas en oportunidades.  Tanto para la difícil –y hasta riesgosa- tarea de transformar desafíos en oportunidades como para la de ampliar y hasta potenciar los beneficios implícitos en una oportunidad, la capacidad reactiva (reacción frente a un estímulo y disposición a los cambios) junto con una actitud pro-activa (aquella que tiene que ver con la actitud de auto-generarse los estímulos que nos llevan a cambiar), poseen una importancia central.  Las mismas que a menudo constituyen una buena parte de la explicación de los logros y éxitos que puedan alcanzarse en el proceso de adaptación a las señales y cambios que permanentemente se producen dentro de los escenarios globalizados.

 

El reconocimiento y aceptación de que vivimos y actuamos como productores agropecuarios dentro de un mundo fuertemente globalizado –y altamente interactivo-, constituye el primer e indispensable paso para poder insertarnos apropiadamente dentro del mismo.  Para lograrlo, a partir de la ocupación de un “espacio individual y local” deberemos ser capaces de proyectarnos hacia un “espacio global, compartido y competitivo”. 

 

Si hemos de ser exitosos siempre deberemos asumir un papel reactivo para aprovechar los espacios existentes pero también uno pro-activo para crear nuevos espacios donde no existen.  Por lo tanto, la capacidad de reaccionar, la pro-actividad, el aprendizaje y la creatividad, la iniciativa, el impulso, la energía puesta en las acciones, la disposición a introducir cambios paradigmáticos; son condiciones que generalmente caracterizan a los integrantes de quienes mejor se adaptan a los cambiantes, dinámicos y hasta desafiantes escenarios globales que caracterizan a la hora actual. 

 

Quienes poseen o adquieren estos atributos son los que más frecuentemente logran crecer dentro de los mismos.  Este proceso normalmente terminará agregándole “más cambios a los cambios”, pero representa el camino válido para incrementar las posibilidades de adaptarnos y progresar en nuestro rol de productores agropecuarios de la hora actual.  Si nos preguntamos por el origen de los cambios que permanentemente dan nueva forma a los escenarios dentro de los cuales nos toca vivir y actuar, deberemos buscarlos en la acción conjunta e interactiva de fuerzas de muy diverso origen que se ven fuertemente potenciadas por la conectividad.  Las mismas provienen tanto del mundo globalizado como del ámbito de nuestros propios países, regiones y comunidades.  Además en el futuro, muy probablemente los cambios se producirán aún con mayor velocidad y profundidad. 

 

Por tanto, más que detenernos a revisar si nos gustan o no, dentro de ciertos límites los mismos debieran ser aceptados lo más rápidamente posible y ser comprendidos como un fenómeno intrínseco a la realidad dentro de la cual deberemos encontrar nuestro espacio y caminos para poder actuar y mejorar.

 

El Gran Desafío del Siglo XXI:  “Aumentar la producción con Recursos más Escasos”.

 

El gran crecimiento que la población humana experimentó durante los últimos dos siglos –y especialmente dentro de los últimos cincuenta años-,  sumado o potenciado por un crecimiento económico global, ha hecho que las demandas por alimentos y otros bienes y servicios producidos por la agricultura no hayan parado de crecer y probablemente no lo haga por bastante tiempo.

 

  Respondiendo a este crecimiento de la demanda, la oferta tampoco ha parado de crecer durante el mismo período.  En el pasado, este crecimiento de la oferta se logró a través de procesos productivos agropecuarios que utilizaron alguna combinación de los dos únicos mecanismos de crecimiento conocidos hasta hoy para este tipo de producciones:  “el crecimiento del área cultivada y el de la productividad”.  El conseguir acompañar el crecimiento de la demanda disponiendo de recursos naturales cada vez más escasos y lográndolo además sustentablemente, constituye “El Gran Desafío Humano del Siglo XXI”.

 

Durante los últimos años han sido ideados y puestos en practica nuevos y más evolucionados modelos agro-productivos,  Basados en la ciencia, la tecnología y toda la gama de conocimientos humanos, y además utilizando a la Siembra Directa y al concepto de una AMSAP (Agricultura Moderna Sustentable de Alta Productividad) como brazos operativos y marcos referenciales, los mismos han conseguido aumentar significativamente la productividad, la producción total y la sustentabilidad de aquellos países o regiones que los han adoptado.

 

Paralelamente a este proceso, también han ido surgiendo “normas de procedimiento globales” y “límites de acción” dentro de los cuales los modelos agro-productivos del mundo en su conjunto debieran operar y ajustarse.

 

Naturaleza de las “Reglas de Procedimiento Globales” y de los “Límites de Acción”

 

Dentro del conjunto de reglas globales encontramos una amplia gama:  desde aquellas formales y hasta mandatorias, hasta la que los son en mucho menor grado o solo son de adhesión voluntaria.

 

Mientras que las primeras generalmente encuentran su origen en el accionar de organismos o estamentos de características formales –como por ejemplo las Naciones Unidas, La Organización Mundial de Comercio, etc.-, en otros casos, las mismas surgen de otro tipo de instituciones que en algunos casos pueden ser menos formales aunque también muy importantes.  Dentro de estas tanto las Organizaciones No Gubernamentales en general, como aquellas derivadas de grupos de afinidad menos institucionalizados tienen un papel preponderante.

 

Debido a su propia naturaleza y a los mecanismos por los cuales estas reglas son creadas, las mismas no son fijas -¿cómo podrían serlo si son el producto de un proceso evolutivo dinámico y global?- y su remodelación es dinámica y permanente.  Tanto su propia naturaleza como las causas de este dinamismo responden a fuerzas múltiples y extremadamente complejas.  Estas fuerzas provienen de las más diversas voluntades, deseos, necesidades, intereses que a su vez se originan en una gran diversidad de realidades ecológicas, socioeconómicas, políticas históricas, culturales, creencias religiosas, etc.

 

Cuando las ideologías, el juego de intereses y una falta de visión global prevalecen sobre la ciencia y la adecuada compresión de la problemática humana básica y central; el establecimiento o remodelación de los límites y conjunto de reglas toma un sesgo que hace que las mismas dejen de tener utilidad global y solo respondan a intereses parciales y de solo una parte de la humanidad.  Cuando esto ocurre, generalmente las mismas responden a grupos humanos que poseen sus necesidades básicas ampliamente satisfechas y el conjunto de reglas y límites frecuentemente se sesga hacia posturas eco-céntricas.  En estos casos resulta común que se llegue a otorgar más importancia a la conservación del “ambiente natural” que a la propia posibilidad de satisfacer las necesidades básicas del hombre en su conjunto.  Este tipo de reglas debieran ser reorientadas y renegociadas por las partes interesadas con el propósito de otorgarles más sensatez y una apropiada adecuación al mundo actual.  A tal fin deberá considerarse que aunque con límites, el hombre y sus acciones son parte integrantes y modeladoras del ambiente y por tanto deben ser tenidas en cuenta apropiadamente al pretender normar y orientar sus acciones.

 

El participar de estas “negociaciones”, configura un nuevo campo de acción dentro del cual como productores deberemos involucrarnos en forma creciente.  Nuestras acciones en ese sentido deberán orientarse a evitar la aparición de “desvíos importantes en las reglas globales” que a la postre más que conseguir beneficios para todos llegan a entorpecer la posibilidad de que desarrollemos adecuada y sustentablemente nuestra acción como productores de un mundo globalizado.

 

Por el contrario, cuando las “Normas Globales” y “Limites” se elaboran considerando el medio ambiente pero también al hombre, sus necesidades y sus acciones como parte modeladora y constitutiva de los ambientes del planeta, las mismas adquieren un perfil más adecuado y pueden colaborar significativamente a enmarcar y orientar los procesos de producción hacia metas congruentes con la posibilidad de resolver el “Gran Desafío del siglo XXI”.

 

Ing. Agr. M. Sc. Roberto A. Peiretti

Productor agropecuario argentino.

 


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